¡Qué mala es la avaricia!

Mi padre tenía una prima sordomuda que vivió toda la vida con nosotros; ella me crió, era mi «teta». De ella heredamos una finca que desde hace más de 100 años no ha cambiado de familia.

A la muerte de mis padres, cuando arreglamos los papeles de la herencia, nos dimos cuenta que una pieza de nuestra finca, estaba en el plano del catastro asignada a nuestro vecino.

Con nuestro vecino y su familia nos unía una relación de amistad, incluso de familiaridad (mi padre y el padre de nuestra vecina se tenían gran aprecio) así que, le comunicamos lo que pasaba…., y no hubo problema, incluso nuestro vecino se ofreció a llevar el documento, reconociendo nuestra propiedad, al catastro. Nosotros confiábamos con nuestro vecino, era nuestro amigo. Al año supimos que no lo había presentado.

Nuestro amigo y vecino y casi familia vio la posibilidad de quedarse nuestro bancal y desde entonces se ha convertido en nuestro enemigo; nos ha insultado, nos ha enviado al notario a casa, ha puesto el nombre de su finca en nuestra puerta de acceso, nos ha dicho que el bancal se lo robó nuestro padre al anterior propietario, nos ha amenazado y nos amenaza, nos ha amargado y nos está quitando la ilusión de ir a nuestro campo. Incluso ahora, cuando van a labrar nuestra propiedad acompañamos al agricultor, ya tenemos precedentes de amenazas, eso sí, cuando están solos, no quiere testigos.

Hemos querido que la justicia corrija el error del catastro, pero él es ducho en esas cuestiones y la juez ha desestimado nuestra demanda por cuestiones leguleyas, aunque la justicia reconoce que los límites de las dos propiedades está bien definido.

Entre costes judiciales, los de ahora y los que vendrán, un bancal que ha sido nuestro y lo hemos disfrutado durante más de 100 años, nos va a costar más dinero que si lo comprásemos y eso hace que nos planteemos, ¿por qué no cedemos, por qué no olvidarnos y dejar que nuestro vecino disfrute de su expolio?

No lo haremos y no lo vamos a hacer por dignidad; porque cuando alguien te avasalla, te ningunea, te engaña, se burla de ti, tienes que defenderte…., eso sí, con las armas de la ley y si la ley al final dice que lo que durante más de 100 años ha sido nuestro ya no lo es, me dará mucha pena, me sentiré mal y decepcionado pero no por la propiedad material, ¡por sentirme robado con impunidad y chulería!

Y lamento, como lo lamentan mis hermanos; y me duele, como le duele a mis hermanos que a una familia a la que considerábamos nuestros buenos vecinos, nuestros amigos, casi familia, le pueda la avaricia por apropiarse de un botín de 4000 metros que añadir a los cientos de miles de metros que tienen.

Al menos yo podré ir con la cabeza levantada por el pueblo, no he robado a nadie, no defiendo nada que no es mío. No sé si ellos podrán hacer lo mismo.

Pablo Navarro Amat

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